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Dentro de la fragua
se escuchó un gemío,
y era el corazón de ese viejo yunque
que estaba j’erío.

No llores por mí,
maresita mía;
no tengas pena, qu’aún me que’an fuerzas
pa’ afrontar la vía.

Sé que viviré
aún después de muerto,
qu’aunque mi cuerpo ya no esté contigo
tendrás mi recuerdo.

Yo he visto en sus ojos
dos negras ojeras,
y su carita, de color de grana,
se ha vuelto de cera.

A fuerza de golpes
se ablanda el metal
y esa gitanita, a fuerza de besos,
se tié que ablandar.

Carmen Aguirre Requena 
Mención honorífica Fernando Quiñones

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