Se
murió mi mare
y
todo cambió.
Hasta
la ropa blanca de mi cuerpo
negra
se volvió.
Qué
mala, Dios mío,
qué
mala es mi suerte,
porque
no hay pena buscando en el mundo
que
a mí no me encuentre.
Por
aquello que has hecho,
te
aborrezco yo.
Ni
en el infierno que te vea llorando
te
doy mi perdón.
Chorro
del pilar
con
tu agüita fresca,
llévate
mis penas arroyo abajo
para
que no vuelvan.
Cambiarme
quisiera
y
creer en Dios,
con
la esperanza de que en otra vida
pueda
verla yo.
Máximo López Jiménez
Látidos
Premio Manuel Machado 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario